☎️ ACCIÓN: Llama a alguien de tu familia y dile que le quieres. O a un amigo importante. Durante este día, trata de sonreír más y ser agradecido con cualquier persona que te cruces.
Recuerda ayunar de vez en cuando (como hoy). A nivel de entrenamiento presta atención a tu zona central, haz entre cuatro y doce ejercicios de core (según tu nivel).
😄 REACCIÓN: Como personas debemos entender que nuestro cuerpo es un “vehículo” para nuestra mente. Un chasis que nos permite llegar/coger/obtener lo que necesitamos para sobrevivir, pero no se puede obtener una salud completa sin tener en cuenta factores psicobiológicos. Somos capaces de enfermar físicamente si nuestros pensamientos son “enfermos”. La mente es inseparable, y es el gran dominador del resto del organismo.
La sonrisa es una medicina para el alma (aunque me gusta más pensar que es un protector, para evitar usar la palabra “medicina”). No se trata de ir por ahí riendo y pareciendo tonto, se trata de sembrar sonrisas y pintar de colores más alegres el día. Acércate a un familiar/amigo o llámale, recuérdale lo importante que es para ti o rememora un recuerdo muy poderoso que tengáis juntos. Sé amable con todos, “eso es sembrar sonrisas”. Es mucho más probable que un conductor de coche ceda el paso en la siguiente intersección si alguien le ha cedido el paso antes. Lo siento, no tengo estudios que corroboren esto, quizá ni existen y quizá es una sugestión mía, porque si alguien me cede el paso y me sonríe, veo el mundo más amable y me contagia.
La fuerza de esto es que si lo malo se contagia (personas pesimistas, quejosas, negativas), lo bueno también. Durante este día (o si puedes, siempre), trata de ser más optimista con las cosas que te rodean y las situaciones que vives. Algunas de las que ves tan malas pueden ser en realidad oportunidades, como en la fábula de la vaca.
"Hace muchos años, un maestro sabio y su discípulo caminaban por un bosque y llegaron a una casa de madera. Era una casa de aspecto muy pobre y decadente, donde vivía una familia muy humilde. Iban descalzos y vestían con ropa sucia y andrajosa. El maestro les preguntó cómo subsistían. El cabeza de familia le dijo: “tenemos una vaquita, esa vaquita nos leche, y con el poco dinero que nos da esa leche, vamos pasando”.
Cuando se fueron, el sabio le ordenó a su discípulo: “mata a la vaquita”. El alumno, sin saber si hacía bien, fue a buscar a la vaquita y la tiró por el precipicio (a mí me gusta más pensar que la ahuyentó).
Unos años después, el joven discípulo volvió arrepentido para pedir perdón a la familia, y vio que aquella casa ya no era una cabaña. Estaba hecha de ladrillos, la familia vestía bien y el jardín estaba cuidado.
El padre de familia le contó “nosotros teníamos una vaquita que se cayó por el precipicio, como vivíamos de ella tuvimos la necesidad de hacer otras cosas, y poco a poco nos fuimos dando cuenta de que contábamos con habilidades que no sabíamos que teníamos”. "
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